Ella salió del mar suplicante,
la acogió en sus brazos un joven caminante.
Su cabello era sedoso,
su cuerpo precioso.
Volvió al agua como cada día
sabiendo que pronto volvería.
Y así cada noche salía del agua
y del joven no se separaba por nada.
-Se mía esta noche, amor mío.
-No sé si debo, querido.
-¿No deseas ser mía?
-Con toda mi vida.
Sus cuerpos bailaron al son de la luna,
sus siluetas se fundieron en una.
Al amanecer se encontró solo en la arena,
buscó desesperado pero no había rastro de ella.
Escuchó en su oído una voz cálida,
era la voz de su amada, de su amiga.
-Por ser tuya mi cuerpo he perdido,
ahora en brisa me he convertido.
-Lo siento, mi vida,
te juro que yo nada sabía.
-Yo sí conocía mi destino,
por ser de un hombre todo lo he cedido.
Pero no importa, es un precio bajo
por haber estado a tu lado.
Mil veces volvería a volar contigo,
mil veces sin cambiar el resultado.
El joven caminante lloró desesperado
ella por amor, todo lo había dado.
-No llores mi vida.
No llores mi bien,
que ahora por siempre en tu corazón estaré.
-Ana María Otero-
😉
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