Era una noche cualquiera
en la que hacía calor.
Tumbada en la cama
casi la vencía el sopor,
cuando acompañada por un leve soplo fresco,
la melodía de un violín escuchó.
Abrió los ojos lentamente
y ya no estaba en su habitación.
Aquello era un salón de baile
en el que el violín marcaba el son.
-Mi nombre es Sisdein.
¿Me concedes este baile?-pronunció la voz de un hombre
que con sus brazos la rodeó.
– Yo nunca he bailado esto-enseguida ella se excusó.
-Eso no es problema, si quieres te enseño yo.
El violín siguió sonando y durante horas
ellos bailaron y hablaron,
conociéndose más y más con cada vibrato.
-Aunque el sueño acabe
por favor nunca olvides a Sisdein, tu eterno enamorado.
Pidió él entregándole la rosa que llevaba en su ojal
y acercando a los de ella sus labios.
Ella abrió los ojos cuando ese beso mágico acabó
y se dio cuenta de que aquello no había sido real
porque otra vez estaba en su habitación.
“Oh, que sueño más hermoso,
lástima que ya todo acabó”.
Pensó tristemente acercándose a la ventana
para encontrar en su alfeizar una hermosa rosa
que a su corazón acercó,
deseando volver a escuchar otra vez aquel violín
gracias al que había conocido el sabor
de un verdadero beso de amor.
-Ana María Otero-