-¿Vendrás a cenar?-quiso saber Mati apartando las manos de él del nudo de la corbata que como cada día ante el espejo de la entrada, tan inútilmente pretendía arreglar.
-No sé a qué hora llegaré. Tengo entre manos un asunto que ineludiblemente hoy debe quedar resuelto, así que será mejor que empieces sin mí.
-¿Quieres que te espere despierta?-preguntó clavando en sus ojos aquella mirada dorada que desde el primer momento le había cautivado.
-¿Crees que merece la pena que lo hagas?
-Eso lo descubriremos después-respondió antes de besar sus labios.
Aquello no podía continuar. De una vez tenía que acabar. ¿Qué sentido tenía mantener esa farsa?
-Hasta después-se despidió cruzando la puerta, convencido de que de ese día no pasaba: su mentira tenía que acabar.
En la oficina, ante su ordenador repasaba en su mente las palabras. Buscaba el modo más adecuado para poner fin a todo.
Siempre había sabido que Mati no merecía aquello. Nunca había dejado de amarla, pero él era más débil que sus instintos y…
Pero no, pesara a quién pesara, sin duda hoy todo acabaría.
Cuando la jornada concluyó se acercó a aquel lugar en el que ellos habían compartido tantos momentos, tanto placer. Sería triste poner punto y final a todo aquello, pero no podía seguir dañándola de ese modo.
Subió hasta el segundo piso. Golpeó la puerta y ésta no tardó en abrirse.
-Hola, amigo-saludó Nina que como siempre hacía, tiró de su corbata, su usual modo de invitarle a entrar, y los dos cuerpos se aproximaron.
-Nina, tenemos que hablar.
-¿Ahora?-preguntó ella desabrochando el cinturón de sus pantalones.
Él tomó aire profundamente cuando sintió como la mano de ella se perdía bajo su ropa interior.
-¿Por qué no me dices eso sobre lo que quieres que hablemos?
-¿Ahora?-repitió él deshaciéndose de la ropa que cubría aquel cuerpo de pecado que una vez más lo había atrapado.
Ahora era tarde para parar, para dar marcha atrás, pero Mati , su querida Mati no lo merecía. Sin duda aquella sería de verdad la última vez.
-Hoy tampoco lo he conseguido. Me ha pillado desprevenido, no estaba preparado para … Seguro que esto no me pasará la próxima vez-trató de convencerse a sí mismo, igual que hacía cada día, mientras entre las piernas de Nina se perdía.
-Ana María Otero-
MUY BUENO
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Gracias
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