Siento una mirada en mi espalda clavada.
Como una ardiente daga que mi piel,
mi carne desgarra.
Pero no.
Aunque parezca mentira no siento dolor.
Sólo su deseo, su calor.
Toda esa pasión,
la misma que por su causa también en mí encuentro yo.
No, no le obligues a apartar los ojos,
no interrumpas la conexión.
Permite que también yo le mire,
que me acerque,
porque yo en su fuego deseo quemarme,
que con sus brazos me rodee
y entre ellos achicharrarme.
Él y yo, ya no somos dos.
Profunda unión que a fuego se selló.
-Ana María Otero-
Yo no deseo que te achicharres, Ana. Pero sí que ames y te amen como mereces 😉
Me gustaLe gusta a 1 persona