Abres la puerta
y tras ella
encuentras un muro de piedra.
Golpea, golpea.
Tal vez aún te espera.
¿Crees que merece la pena?
¿Es que no escuchas su risa?
Una carcajada perversa.
Satisfacción ante el sufrimiento
que sabe que a pesar de todo
en ti la espera genera.
Dices que aún sientes,
percibes su amor.
No entiendo como después de todo el daño,
de toda la humillación,
todavía aseguras que algo así
en algún momento existió.
Ceguera intencionada o ceguera fingida.
¿Cómo es posible que no lo entiendas todavía?
Está claro, es evidente.
¿Para qué vais a cuidar,
para qué vais a proteger
algo que ninguno de los dos valora?
El uno para el otro una enfermedad,
que cada uno de vosotros debería superar.
Si la metáfora es tan clara,
¿por qué no os dais libertad
y el uno al otro os dejáis marchar?
No me digas que ése siempre fue vuestro modo de vivir,
que así sentís los dos algo similar a ser feliz.
Pero esto es sólo un sin vivir,
una existencia vacía.
Dolor, humillación…
¿De verdad podéis encontrar en todo ello
algo parecido al amor?
-Ana María Otero-
Reblogueó esto en El Noticiero de Alvarez Galloso.
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Gracias! 🙂
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De nada
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Un placer y honor
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Es duro y hermoso tu poema.
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A veces nos acostumbramos a ciertas manías que son, sin ninguna duda, perjudiciales, Ana. Es como eso de fumar a pesar de saberlo todo al respecto, a pesar de saber que mata. Me gustó mucho. Un saludo y toma decisiones, querida amiga, si es que hay que tomarlas.
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Cuanta fuerza arrastran tus palabras, cuanto de lo más profundo se puede leer, un abrazote.
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