Dejé la puerta abierta.
Parecía que no querías salir,
pero sabiendo que de este modo
obtendrías algo mejor,
yo te animé a hacerlo.
No sin miedo,
cautelosamente alzaste el vuelo.
Entre lágrimas
e ignorando los reproches,
observé como de la jaula te alejabas,
volando libre hacia un destino mejor
del que te esperaba aquí junto a mí.
Ahora no estás,
pero yo sé que a pesar del dolor
que en un principio por mi causa sufriste,
gracias a mí también supiste
lo que era ser realmente feliz.
¿No te das cuenta ahora
de lo absurdo de los reproches,
de las maldiciones
que durante tu partida pronunciaste?
Da lo mismo, ahora ya no importa.
Que todo lo malo quede olvidado,
conservando sólo el recuerdo
de todo lo bueno obtenido.
-Ana María Otero-
Muy bueno
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Gracias Pippo
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A veces, es lo más sano… El tiempo al final, todo lo pone en su sitio… Muy bonito. ❤
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Gracias por leer y compartir tu opinión 🙂
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Siempre queda lo bueno, Ana. Y así debe ser, a pesar de todo. El rencor sólo pudre por dentro y se refleja en los ojos, como el odio. Y nos apaga.
Me encanta cómo escribes.
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Gracias Vicente
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De nada valen los reproches. De nada valen los insultes.
Esa es la forma de entender las cosas con la madurez necesaria. Mi enhorabuena, Ana.
Pd: Èl se lo pierde. De eso no tengo ninguna duda.
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Lo bueno queda😊😙
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