
Imagen de Gerd Altmann en Pixabay
Verlo y perderlo, sin poder retenerlo.
Sentía que lo tenía, pero en realidad su verdadera existencia para mí siempre fue ajena. Podía ver su brillo, sentir en mí su calor, pero aunque yo así lo creía, toda aquella dicha no me pertenecía.
Nunca fue más que una imagen lejana, un insignificante instante que así como empieza acaba. Fue hermoso vivirlo pero duele sentir que lo he perdido y conservar un recuerdo que se repetirá, para acabar siempre igual.
-Ana María Otero-