
-Imagen de Gerd Altmann en Pixabay–
Aunque a nadie le gusta equivocarse, errores irreparables algunas veces se cometen.
Lo pensó y se le olvidó cuando el sueño lo alcanzó, mezclando realidad y fantasía, como si siguiesen la misma vía.
Sin un leve recuerdo al despertar, asumió que ya nunca lo iba a recuperar.
Si lo hubiese apuntado, no se habría evaporado, pero al parecer el cansancio extremo lo animó a dejarlo para luego.
Craso error sin solución, porque aunque otra creación nació, ya nunca recordaría si esa era parecida a la de aquel día, cuyo valor la pérdida magnificó, llevándolo a asegurar que aquella obra maestra, ni él ni nadie podría superar jamás.
Una absurda tontería que para siempre marcó su vida, cuando aquellas palabras olvidadas absurdamente veneradas y que en realidad él no combinaba, eran la lista de la compra que mientras él se dormía, con su hija su esposa en la cocina compartía.
